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domingo, 28 de agosto de 2011

La Dingui y la Fueraborda






Desembarco en la dingui, con los remos


Uno de los elementos imprescindibles de nuestra singladura es sin duda la dingui (en inglés dinghy). Recibe múltiples nombres, como pueden ser la lancha neumática, el chinchorro, el tender, el chiquitín o la fueraborda (en realidad la fueraborda es el motor que se engancha en su popa para proporcionar la propulsión).

Huelga decir que gracias a la dingui podremos bajar a tierra desde nuestro velero fondeado, así que debemos tener claro como hacer uso de la misma con eficacia y seguridad.

Los elementos que forman parte del equipo de desembarco son, aparte de la propia lancha neumática, un hinchador de pie, el motor fueraborda, el bidón de gasolina para el motor, los remos y un vaso achicador. Antes de zarpar, el primer día, se debe revisar que todos estos elementos están a bordo.

El motor fueraborda

Empecemos con el motor fueraborda. Es fundamental conocer su funcionamiento. Para ello no debemos olvidar preguntar en la compañía de charter, al técnico o la persona que conozca el manejo concreto del motor. Aunque casi siempre el funcionamiento es el mismo (lo describo en los siguientes párrafos) no está de más que nos cuenten si ese motor concreto tiene alguna particularidad, cómo se arranca, o cómo tratar el tema del aire, etc.

Existen dos variantes de motor fueraborda, el de 2 tiempos y el de 4 tiempos. El motor de 2 tiempos es más pequeño y ligero, y seguramente será de baja potencia (1-2 hp) ... Este motor hace uso de gasolina sin plomo con mezcla de aceite, como las “Vespinos” de toda la vida. Por tanto, si nos encontramos con este tipo de motor debemos tener claro si el bidón de gasolina, que normalmente está en algún cofre del barco, viene con la mezcla o no. En algún caso el aceite puede venir aparte y habrá que hacer la mezcla (al 2-3%) al rellenar gasolina. Si nos equivocamos con la mezcla, el resultado de un motor con demasiado aceite es que sale un humo blanco bastante denso.

El motor de 4 tiempos lleva sin plomo normal y no requiere mezcla. Es más potente (2,5 a 4 hp), suele funcionar mejor, siendo su problema principal que tiene un peso considerable, lo que dificulta su instalación en la popa del dingui.

En cualquier caso, para arrancar el motor tenemos que seguir los siguientes pasos:

1) abrir la gasolina, moviendo la palanca indicada para ello, y desenroscando un poco el tapón superior del depósito (para que entre aire en el depósito y presione la gasolina hacia el carburador)

2) asegurarnos que está puesto el “hombre al agua”, que es típicamente el cable de plástico (rojo), con forma de cable de teléfono. El extremo en forma de anilla se engancha dentro del botón del estrangulador y al hacer contacto permite que el motor arranque. Por otro lado, el cable rojo se lo debe enganchar uno a la muñeca de modo que si nos caemos accidentalmente el agua, el motor se apaga al desconectarse el extremo del estrangulador. Por cierto el estrangulador es un botón (rojo), ubicado cerca del acelerador, que sirve para apagar / ahogar el motor cuando así lo requerimos

3) sacar el aire (si el motor está frío)

4) en motores de más potencia suele haber una marcha, en tal caso hay que ponerla en punto muerto, para no salir disparados al arrancar, ya que además es conveniente o necesario acelerar un poco el motor

5) finalmente tiraremos fuertemente del cable del tambor de arranque. Ojo a no dar un codazo a algún tripulante detrás nuestro… A menudo es necesario insistir dos o tres veces antes de que arranque el motor

Puede ser necesario, en algunos casos, probar / jugar con el aire. Por lo general, el aire debe quitarse lo antes posible, solamente es para arrancar en frío y si se deja puesto el motor se puede ahogar. De todos modos depende del motor concreto.

Para apagar el motor, o bien presionamos el botón del estrangulador, o bien tiramos de la anilla del hombre al agua.

El motor debe funcionar siempre con la hélice sumergida, puesto que el sistema de refrigeración es con circuito exterior y coge el agua de mar. En caso contrario, el motor se podría quemar rápidamente.


Respecto al sistema de refrigeración, al arrancar al motor (en el agua) debemos comprobar que por arriba escupe agua, como indicación de que el circuito de refrigeración está funcionando. Si este no fuese así, será porque el circuito se ha obstruído por alguna causa.  Debemos parar el motor de inmediato, puesto que sino se calentará en exceso. (Empezará a echar humo y se gripará..)




El "hombre al agua" siempre bien atado a la muñeca


Si hacemos un uso intensivo del motor de vez en cuando debemos acordarnos de rellenar el depósito de gasolina. No debemos zarpar sin un bidón de reserva de gasolina para la fueraborda. Para rellenar la gasolina necesitamos un pequeño embudo. Si no disponemos de uno, se puede hacer un apaño rápido cortando por la mitad una botella de plástico. No debemos nunca rellenar el depósito con los posos últimos de gasolina del bidón, puesto que las impurezas bloquearán el carburador.

No abordo temas más técnicos, de reparación, como cambio o revisión de la bujía, limpieza del carburador, etc, puesto que mis conocimientos se limitan de momento al del “manual de usuario básico”…

Solamente comentar que una vez, por torpeza, choque la hélice contra unas rocas en el fondo. La hélice no se dañó pero el motor ya no engranaba, es decir la hélice no daba vueltas al acelerar. Lo que había pasado es que al chocar contra la roca, se había partido el pasador de sujeción de la hélice, una pequeña pieza metálica dentro del eje que hace las veces de fusible mecánico. Es decir, se parte ante un primer golpe fuerte y así evita que la hélice siga girando sobre las rocas, causando un daño mayor. La reparación consistió en desmontar la hélice y poner un nuevo pasador (tuvimos que ir a puerto a comprarlo). Es una pieza pequeña, que es útil llevar a bordo.

En los motores de cuatro tiempos debemos revisar de vez en cuando el nivel del aceite, que se suele ver dentro del motor por un "ojo de buey" o  cristal. Estos motores llevan un aceite especial con un depósito de unos 50 cl.


Durante la navegación

Durante la navegación (en el velero) tenemos dos opciones para la dingui: estibada a bordo, o remolcada. Si está estibada a bordo, en un velero de tamaño medio (10 a 15 mts), típicamente se sitúa en proa volcada sobre la cubierta. Debe ir convenientemente amarrada mediante dos o tres cabos al palo y al piso del barco, de modo que no se pueda mover en ninguna dirección. Este se consigue amarrando la dingui en al menos tres puntos del barco. En barcos mayores o catamaranes puede existir un mecanismo de estiba en popa, mediante poleas o similar.

Lo malo de la estiba en proa es que puede molestar durante la navegación a vela, puesto que frecuentemente las escotas del génova se enganchan en la dingui durante las viradas. No es un gran problema, puesto que se puede, en cada virada a proa, liberar la escota enganchada, solamente es molesto (… mejor pensado, sí sería peligroso si tenemos fuerza 6 o superior y alguien tiene que irse a proa cada vez…)

Por esta razón, el método preferido y típico es llevar la dingui remolcada, mediante un cabo de varios metros que se amarra a la popa del barco. Se debe asegurar bien el cabo y durante la navegación vigilar de vez en cuando que nuestro chiquitín sigue ahí, es decir que no se ha soltado o roto el cabo.

(La razón de llevar la dingui al remolque es también y sobre todo por la comodidad de no tener que subir, estibar y bajarla en cada trayecto de nuestro travesía, si hacemos un uso frecuente de ella.)
El motor fueraborda, durante la navegación siempre debe ir aferrado al barco, y nunca puesto en la dingui remolcada.

Durante las maniobras

Si vamos a fondear, la dingui puede permanecer al remolque. Solamente hay que estar muy atentos que durante la marcha atrás el cable de remolque no se enrede debajo de la popa del barco con la hélice del motor. Para ello un miembro de la tripulación debe tensar el cabo cuando el patrón da atrás, o alternativamente, el cabo de remolque debe colocarse lo suficientemente corto para que esto no pueda suceder.

Cuando entremos en un puerto o hagamos un atraque en un muelle o similar la dingui habrá que estibarla previamente en la proa, para que no moleste con las maniobras. Al subir la dingui, al igual que al bajarla hay que ser cuidadosos con los candeleros, elevándola por encima de los mismos.

Si vamos a pasar noche en un puerto, con la dingui estibada en proa, típicamente molestará si bloquea las escotillas del camarote de proa. No es mala idea, para evitarlo, atar una driza libre a la proa de la dingui e izarla lo suficiente para liberar la cubierta y escotillas durante el tiempo que estemos amarrados.

El desembarco

La principal medida de seguridad a la hora de realizar el desembarco con nuestro chiquitín es llevar siempre a bordo los remos. Aunque vayamos con el fueraborda, es posible que éste deje de funcionar por alguna causa, y los remos nos salvarán de por ejemplo alejarnos de la costa empujados por el viento y las olas.

También debemos llevar en la dingui el achicador (o la botella de plástico cortada, que con su tapón, también sirve de achicador)

Si el trayecto a realizar es corto y/o nos sentimos deportistas ó ecológicos, podemos renunciar al fueraborda y hacer uso de los remos.

En caso contrario, si consideramos necesario el motor, debemos montar la fueraborda en el espejo de popa de la dingui. En el caso frecuente de que la fueraborda pese un quintal, es menester tener cuidado con la espalda y mi propuesta es hacerlo entre tres personas (mejor chicos). Uno se sitúa de rodillas dentro de la dingui. Será el que recepciona el motor y lo engancha en la popa del chiquitín. Otro tripulante se traslada a un extremo de la popa del barco, desde donde debe sujetar fuertemente la dingui por un lateral, de manera que ésta se queda quieta y pegada a la popa del barco. El tercer hombre es el que se encarga de desenganchar la fueraborda de su estiba y la transporta con cuidado hasta el extremo de la popa, donde se la pasa al primer tripulante, el que esperaba de rodillas.

Una alternativa para montar el motor una sola persona es amarrar la dingui fuertemente y perpendicular a la popa del barco, aunque hay que pasar desde el barco a la dingui, motor en mano. Si pesa mucho es mejor el método de los tres marineros, o al menos hacerlo entre dos.
Si vamos a hacer alguno de los trayectos en dingui de noche (p.ej. a la vuelta al barco), es importante llevar alguna linterna, sobre todo para ser vistos. Si la linterna es potente sirve para ver, pero más importante es ser vistos.

Por último, en el desembarco debemos tener muy en cuenta las normas de entrada en una playa o cala. Siempre hay que pasar por la zona destinada a las embarcaciones, indicaba entre las boyas verde y roja. Entrando desde el mar, la boya verde debe quedar a estribor y la boya roja a babor. A menudo solamente veremos una boya verde o roja, suficiente para orientarse. Si no respetamos esto, no sólo corremos el peligro de entrar en zona de bañistas, sino que a lo mejor también hay rocas en el fondo.

Al llegar a la playa o a la zona de menos profundidad debemos levantar el motor y apagarlo.

Una vez en la playa, con el motor levantado es importante cerrar la tapa superior de la gasolina para que no se derrame ésta. Si vamos a dejar la pinguí sola un rato, no olvidemos llevarnos el “hombre al agua”, para evitar dar facilidades a los cacos.

En algunos casos para evitar hurtos puede ser conveniente poner un candado que una las palometas del enganche del motor al chinchorro.

Nada más y hasta la próxima.

Kike

Madrid, 28 de agosto 2011

domingo, 14 de agosto de 2011

Viaje por las Islas Eolias













Viaje por las Islas Eolias, en el Mar Tirreno de Sicilia - 30/07 al 05/08/2011

A bordo del "Senza Cuore", un Oceanis 40



El post de hoy cambia la tónica de este blog ya que incluye un breve relato de mi última experiencia de turismo náutico, en las Islas Eolias, en la costa norte de Sicilia.

La experiencia ha estado muy bien, aunque desde el punto de vista de vela y náutica ha sido demasiado tranquila ya que no hemos tenido nada de viento y casi siempre hemos tenido que ir a motor. Hemos visitado 6 de las 7 islas que forman este pequeño archipiélago volcánico.


Como íbamos 6 amigos (Javi, Vicki, Noe, Jose, Miri y yo), alquilamos un Oceanis 40, del 2008, con 3 cabinas, saliendo desde la base de Portorosa, una marina / urbanización de ricachones, en la bahía cercana al cabo Milazzo.

Aquí os dejo un esquema con la ruta y los itinerarios de nuestro viaje:


Portorosa-Porto di Levante (Vulcano)-Santa Marina (Salina)-Pollara-Pecorini (Filicudi)-Gruta del Bue Marino-Pollara (Salina)-Cala Zimmari y Cala Junco (Panarea)-Stromboli-Spiagga Bianca (Lipari)-Lipari-Gelso (Vulcano)-Portorosa




1º Día (Sábado): Llegada a Portorosa, Check-in del barco y viaje hasta Vulcano

El primer día de embarque siempre es el más estresante, hay que hacer la compra, encontrar el barco, cargarlo, hacer el check-in y si es posible zarpar rumbo al primer destino, para llegar antes de la puesta de sol.

El jueves pasado habíamos volado desde Madrid a Catania. Tras visitar Siracusa, el monte Etna y Taormina (por cierto, muy recomendable la visita a Taormina), el sábado sobre las 9:30am por fin salíamos del hotel de Taormina rumbo a la base de Portorosa. Ibamos con 2 coches de alquiler Fiat Punto y el plan era hacer la compra en un centro comercial que nos habían indicado a las afueras de Milazzo, pegado a la autostrada. La oficina de devolución de los coches en Portorosa cerraba a la 13:00 así que disponíamos de unas escasas tres horas y media para desplazarnos hacia el supermercado, hacer la mega-compra para toda la semana, llegar al barco, descargar todo y devolver los coches en la oficina de alquiler… uffff.

Comienza la maratón, a las 10:30 ya estamos delante del hipermercado y hemos formado 2 equipos: los chicos compran bebidas, cosas de limpieza y cremas, las chicas, la comida. Pero deprisita… y con la lista revisada (ver mi post sobre la planificación del viaje). Más de 400 eurazos de compra, pero ya con provisiones para toda la semana. Solamente nos ha faltado por comprar las colchonetas… A las 12:00 ya hemos cargado los coches, hasta la bandera y salimos rumbo a Portorosa. En la salida de la autopista (Falcone / Furnari), no hay indicaciones de Portorosa, menos mal que en el peaje habíamos preguntado y nos habían dicho que tiráramos por la carretera hacia Messina. A las 12:30 entramos en una gasolinera en plena carretera para repostar, ya con el agobio, sólo media hora para encontrar la marina, la empresa de charter, el barco y la oficina de alquiler del coche. Finalmente, y de milagro llegamos a Portorosa, sin dar vueltas, a pesar de las pésimas indicaciones y a la primera de cambio, también de chiripa vemos la oficina del charter. Las 12:45… les decimos que tenemos mucha prisa por llevar la compra al barco y devolver el coche, pero no saben bien donde está el barco y como se agota el tiempo decidimos descargar todo delante de la oficina y ya llevaremos las cosas después. A las 12:55 pasadas entramos en la oficina de los coches… prueba superada… con levantarnos 1 horita antes hubiésemos conseguido lo mismo sin tanto estrés…

Durante el papeleo, firma del contrato, fianza y pago de los extras (de la fueraborda, sábanas y limpieza) nos informan que el parte de la meteo (windfinder.com) anuncia calma chicha toda la semana. Pues vaya! También nos dan un listado larguísimo de sitios donde no podemos fondear a menos de 100 mts de la costa por peligro de desprendimientos y erupciones volcánicas. Pues vale. En cualquier caso con un velero de algo más de 2mts de calado tampoco vamos a pegarnos tanto a la costa, y de todos modos aquí en Italia nadie respeta ninguna norma así que parece que da igual

Por fin nos llevan al barco. El furgón que normalmente tienen para transporte está en el taller así que tienen que hacer unos 18 viajes en un coche enano para llevar la compra, las maletas y la tripu. En el primer desplazamiento, nos adelantamos Miri y yo para ir haciendo el check-in del barco.

Nuestro Oceanis 40 se llama “Senza Cuore”, con 3 cabinas, 2 baños, y como siempre con mayor tradicional con sables y rizos automáticos (ver post sobre los rizos). El barco es muy cómodo, los pasacascos / grifos de fondo están bastante abajo y no es necesario cerrarlos para navegar, los baños tienen achique automático del agua de ducha y no hay que preocuparse del depósito de aguas sucias puesto que no hay. Las sentinas y el hueco del motor están perfectamente limpias y secas. Comprobamos el molinete y el motor fueraborda. Revisamos todo el material con la lista habitual. Solamente falta la maneta del embrague y freno del molinete y el sin plomo de la fueraborda, que finalmente nos traen. La dingui claramente está pinchada en una banda, nos dicen que es del tapón y por no dar más guerra lo dejamos estar.

Una novedad, nos dicen que revisemos el estado del casco y los rallajos del barco, y así lo hacemos, esto no me había pasado nunca en otros alquileres, pero en Italia debe ser típico. El caso es que vemos unos roces importantes en la banda de estribor y se lo decimos a la chica del charter para que lo anote. Para otras veces, por prudencia no está de más revisar el casco y los pequeños golpes del barco.

Nos informan que el barco dispone de una cadena de 50 mts. Pero con la experiencia del año pasado, cuando a partir de los 40 mts de cadena el molinete no tenía potencia para subir el ancla, pregunto esta vez que cuanta cadena nos recomiendan echar como máximo. Ante mi sorpresa nos dicen que mejor nunca más de 20 mts. No sé si es un fallo de comunicación pero nos quedamos de momento con ese dato.

Al terminar el check-in, la tripu empieza a cargar el barco, hay espacio de sobra, el hueco para las bebidas, el cajón de los dulces, de los salados, etc. En un periquete estamos listos, así que tras tomarnos un pequeño bocata, sobre las 4:30pm por fin soltamos amarras rumbo a las Eolias.

El primer destino es el Porto di Levante en la primera de las islas, Vulcano, a tan sólo 15 millas náuticas. Sopla NNW flojito así que tenemos el viento casi de proa y por tanto nos espera una travesía de unas 2 horas y media (a 6 nudos), a motor. Por supuesto, merece la pena izar la mayor, y así procedemos. Primer problemilla: como la driza estaba fijada a la cornamusa del palo, al soltarla hay mucho cabo suelto, y con el golpeteo se enreda en la luz a medio palo. (No es la primera vez que pasa.) Damos media vuelta para tener el viento de popa y empezamos a mover la driza intentando liberarla de la luz, sin éxito. Finalmente Javi consigue liberarla haciendo uso de otra driza que está libre, y por fin conseguimos izar la vela, a tope del palo.

Sobre las 7:30pm llegamos al Porto di Levante, en Vulcano, es ya casi de noche, aquí anochece muy pronto, con muy poca luz fondeamos en la zona donde ya están todos los barcos, justo en frente de la playa, por suerte hay hueco. Al tirar el ancla ya nos damos cuenta que la cadena, a partir de los 20 mts está echa polvo, los eslabones oxidados y revirados, supongo que de ahí el límite que nos dijeron. Como fondeamos en unos 6 mts, con 20 mts de cadena y calma absoluta, vamos bien.

Como todas las noches, al finalizar la maniobra ya dejo el barco listo para la noche, con el cabo del ancla que libera la tensión del molinete, y la driza de mayor tensa en la cornamusa para evitar los molestos golpeteos nocturnos.

Después de un bañito ducha de mar las chicas calientan el pollo asado que habíamos comprado en el hiper para la primera noche. El trato para la semana es que las chicas cocinan y los chicos friegan… creo que nos han “engaña o”…

Tras un Malibu con limón de recompensa, nos vamos a dormir.





2º día (Domingo)– Visita a Vulcano y travesía a Salina


Tras el estrés de ayer, hoy toca relax. Nos levantamos sobre las 8am, hace un calor de justicia. El sol ya está arriba del todo, aquí debe de amanecer muy temprano, no sé porque en Italia no tienen una hora más que en España. Tras el bañito matutino y un buen desayuno, el plan es bajar a tierra, subir hasta la cima del volcán y darnos un bañito en los lodos de fango. Para el desembarco toca hinchar la dingui, una vez hinchada parece que aguanta una media hora hasta que vuelve a dar pena, así que junto con los remos, el hinchador de pie es un elemento esencial a llevar siempre a tierra. A pesar de ser sólo seis, sumando mochilas, y con nuestra dingui flojucha no cabemos todos, así que cuatro se van en dingui y Miri y yo nos vamos nadando, no son más de 150 mts hasta la playa.

El ascenso a Vulcano es de una media horita, conviene llevar calzado de deporte, y con el calor es fundamental ir con agua y gorro. Las guías dicen que es un ascenso fácil, supongo que se refieren a que dura poco, porque de fácil no tiene nada, es una cuesta de tierra bastante empinada, menos mal que estamos todos más o menos en forma. Una vez arriba tenemos la recompensa de las vistas espectaculares de las islas y las fumarolas que humean del cráter del volcán.




Porto di Levante, vistas desde lo alto del volcán


El cráter de Vulcano



La siguiente parada son los baños de lodos, pegados al mar, que según dicen son buenos para la piel y los huesos. Se puede entrar desde la carretera y te cobran 2 euros, o alternativamente es fácil colarse por el acceso desde el mar. Por no ser macarras, aunque algunos entramos desde el mar, pagamos todos. El procedimiento consiste en meterse en el charco de fango caliente, que peste! y luego embadurnarse del barrillo que se saca de los bordes, para por último dejarlo secar al sol unos 10 minutos. Menudo espectáculo. La peste del cuerpo luego te dura tres días, por mucho que te duches, no sé si merece la pena, pero bueno, como buenos turistas toca hacer lo que toca. Por cierto, importante llevarse un bañador viejo o malo, ya que lo mejor es tirarlo a la basura de inmediato, se queda inservible con la peste.

Después de comer y una breve siesta levamos el ancla y ponemos rumbo a la isla de Salina. Se reconoce a la legua, es una isla compuesta por 2 volcanes idénticos juntos, protuberantes, como el busto de una mujer. No hay ni que mirar el GPS, vamos rumbo a “los pechos”.




Rumbo a Salina



Son unas 12 millas hasta Santa Marina, la capital de la isla, en la cara Este. Soplan unos 10 nuditos, casi de proa. Javi se pirra por navegar a vela, así que navegamos durante una horita, de ceñida y haciendo bordos, sacando unos 4 nuditos, no está mal. Al izar la mayor, algunos de los mini-railes de la relinga del grátil se salen del palo. En vez de arreglarlo ponemos el primer rizo y así la vela va más o menos. Para las siguientes veces, cuando izamos la mayor ya se pone alguien en el palo y va relingando mientras se iza la vela lentamente.

La segunda mitad del recorrido la hacemos a motor, que con los borditos no llegamos nunca y es importante llegar con luz. A la entrada en Santa Marina, me aproximo un poco al puerto, se ven muchos yatazos y pocos veleritos. Hay que llamar por VHF para pillar plaza, pero vemos mucho barco fondeado al sur del puerto y huecos de sobra, así que decidimos volver a pasar noche fondeados, que es más barato y más agradable.

La profundidad no está muy clara, hay pequeños fosos en el fondo. Un patrón italiano, majete, al vernos dudar nos indica que vayamos un poquito más al sur, donde tenemos 5-6 mts lisos. Efectivamente. Durante la maniobra de tirar ancla, el molinete va fatal, el botón “down” no funciona la mitad del tiempo, hay que insistir. Metiendo motor a tope en punto muerto, para dar voltaje, parece que va mejor. Por fin fondeamos, pero no ha salido muy bien, con los problemas de tirar nos hemos quedado demasiado cerca de un yatazo. Dentro de su círculo de borneo seguro. Al poco rato, cuando aún estamos dudando si movernos o que, nos dicen los del yatazo que sí, que “too near”. Le hecho narices y le digo al patrón del super-yate que tenemos el molinete un poco mal y que si no les importa moverse ellos un poco… olé mis huevos… claro, nos dicen que si el molinete no chuta, que lo hagamos a mano… normal! Afortunadamente el molinete en modo “up” va bastante bien, se atasca mucho menos y podemos repetir la maniobra sin problemas.

Como casi siempre, los chicos nos damos el bañito nocturno que hace las veces de ducha. Las chicas, más frioleras se duchan dentro, sin limitaciones de agua. Se dan las “duchas de camacho”… Claro, ya nos hemos fundido el primer depósito.

Cenita, Malibu y a dormir.



3º día (Lunes): Aprovisionamiento en Santa Marina, baño en Pollara y cena en Filicudi


Tenemos necesidad de pan, hielos y alguna cosilla más, aparte de bajar basura. Por otro lado, según nuestro plan de viaje y mi libro de derroteros, en los destinos siguientes, que son Filicudi, Panarea y Stromboli, no hay posibilidad de recargar agua. Así que parece necesario rellenar nuestro depósito vacío para aguantar tres días más. No tenemos muy claro si recargar esta misma mañana o hacer una parada “técnica” al día siguiente. Al final vamos al pueblo con la dingui primero y mientras las chicas se van a la compra los chicos vamos a la oficina de puerto a preguntar por el tema del agua. No hay problema. Simplemente hay que atracar en una de las múltiples plazas libres, pagar y rellenar. Y así lo hacemos. Mejor ahora, que está a huevo, que tener que volver otra vez.

El atraque es muy fácil, el puerto tiene muertos para la proa, y no hay nada de viento. Atracamos de popa en una zona donde no hay ningún otro barco. Al ver que no había barcos en los laterales tendría que haber puesto defensas en popa porque al irse un poco la proa mientras fijamos el muerto, el casco toca momentáneamente el muelle en un costado de popa. Nos soplan 16 euros por el agua (creo que son 225 litros en un depósito), y con la baja presión de la manguera tarda en llenarse más de media hora. Finalmente a las 12 pasadas podemos irnos rumbo a la siguiente cala, ansiosos por darnos un bañito.


Santa Marina, Salina


En la isla de Salina no hay muchas opciones de baño, la que nos pilla de camino a Filicudi es también la más famosa, Pollara, donde se rodó la peli de “El cartero y Pablo Neruda”. La cala está abarrotada de barcos pero encontramos un huequito donde echar el ancla, el molinete sigue dando problemas, pero más o menos funciona. Como siempre tiramos 20 mts, aunque aquí tenemos casi 10 mts, pero como sólo es una parada rápida de baño y comida no importa demasiado. Por cierto que el ancla es una tipo Danfort bastante grande y pesada, sólo con su peso más la cadena parece que los fondeos aguantan bastante bien.





Baño en Pollara



Después de comer y bañarnos un rato nos vamos rumbo a Filicudi, la isla con forma de ballena. Apenas hay viento, un poco de través pero no lo suficiente así que nuevamente nos toca consumir gasoil.




Rumbo a Filicudi



Me doy cuenta que el indicador de gasoil no funciona, indica que estamos totalmente llenos y no puede ser porque al menos hemos navegado 40 millas a motor. (Unas 6 horas). El consumo se mide en Litro / Horas de motor y no tengo ni idea de cuanto consume. Normalmente vamos a 2500 rpm, a unos 6 nudos, por no consumir demasiado. Si subes a 3000 vueltas ganas 1 nudo más pero doblas el consumo. Seguramente, a 2000 rpm consumimos aún menos. Por la tarde llamo a la base y me informan que el consumo medio máximo es de unos 6 L / H. Calculo que con los 200 Litros de depósito tenemos de sobra para realizar toda la semana a motor.

En Filicudi vamos directos a Pecorini, al suroeste de la isla, que es donde está la principal animación y donde habíamos reservado por la mañana una boya. Ya nos habían avisado que hay mucha profundidad, sobre todo para nuestra cadena limitada. En mi piloto (el Italian Waters de Rod Heikel), indica que en Pecorini hay 12 boyas de color amarillo, pero no vemos ninguna. Llamamos al individuo de las boyas y nos vienen a buscar 3 borrachos en una lancha que nos amarran a un muerto indicado con unas botellas de plástico cutre. Encima nos soplan 60 euros por el muerto, eso sí el lugar es inmejorable, un agua limpia, gozosa, y muy cerquita del pueblo. Cerca nuestra hay un par de veleros con ancla, la sonda indica 20 mts así que esos han tenido que soltar cadena a gusto. Esta noche toca desembarcar, el pueblo son 4 casas y no se ve gran cosa pero hay un restaurante de pescado y marisco (La Sirena) recomendado por la guía y ya tenemos ganas de cenar en tierra. El sitio está muy bien, nos ponen una parrillada y una fritada de pescados que nos sabe a gloria. El vino blanco dulzón, potenciado por el mareo de tierra nos sube a la cabeza.

Durante la cena nos encontramos con el patrón italiano majete que la noche anterior nos había dado las indicaciones en Salina. El tío, que habla español bastante bien, flipa con nosotros preguntándonos qué cómo hemos llegado a ese extremo de las Eolias, al mejor sitio de todos, en el mejor restaurante… Claro, nos da el subidón, como si no viniese recomendado en todas las guías...

Después de la cena nos volvemos a encontrar con el patrón italiano al que más adelante bautizaremos “Angelo”, porque a ninguno se nos ocurre preguntarle su nombre. Nuestro Angelo nos empieza a dar miles de datos sobre las mejores calas y los mejores sitios en Las Eolias, con todo lujo de detalles y precauciones, claro, una vez en el barco, nadie se acuerda de nada, demasiado info de sopetón. Menos mal que casi todo lo que nos decía ya lo teníamos más o menos leído en los derroteros.





4º día (Martes): Filicudi y viaje a Panarea


Zarpamos prontito, nada más desayunar, que tenemos una agenda apretada. El plan es bordear Filicudi, visitando la famosa gruta del Bue Marino, hacernos la foto con el farallón del nor-oeste de la isla y luego ya navegar hasta Panarea, que está a unas 25 millas.

Al poco rato de salir divisamos la cueva, a un par de millas al norte de Pecorini. No se puede fondear así que desembarca con la dingui una primera expedición, otros nos quedamos en el barco esperando a una distancia considerable, esperando nuestro turno. La gruta está bien, pero tampoco es nada del otro jueves, como el día está medio nublado, no entran los rayos de luz que normalmente dan el color chulo al agua a la entrada de la cueva.



Entrada a la Grotta del Bue Marino


Tras ver la gruta nos acercamos al farallón, una roca vertical que asoma 70 mts del agua, donde hacemos la fotos de rigor.



Farallón al noroeste de Filicudi



Tras bordear Filicudi por el norte fijamos rumbo a Panarea, con escala técnica nuevamente en Pollara, que pilla a medio camino, donde nos damos un breve baño y comemos.

Angelo nos había planteado dos planes alternativos para Panarea. Por lo visto la isla es algo así como la Ibiza de Sicilia, con mucha marcha y donde hace vida la jet set local. Para eso hay que ir a la capi, a San Pietro. En caso de buscar tranquilidad la otra opción es fondear en Cala Zimmari, al sur de la isla, en la cara este de Punta Milazzese. Parece que no hay necesidad de debate, nos decantamos directamente por la opción tranqui y al atardecer ya estamos entrando en la Cala Zimmari.

Por lo visto está prohibido fondear en esta cala, al igual que en la más famosa Cala Junco, que está al lado, en la cara oeste de la Punta. Ello no impide que ambas calas estén hasta la bandera de barcos, esto es Italia. Nos cuesta bastante encontrar hueco, en parte por nuestra limitación con la sonda. El molinete está especialmente torpe. Necesitamos dos intentonas hasta que finalmente conseguimos un buen fondeo, bastante cerca de la playa, donde la sonda marca 4 mts. Al bucear compruebo que efectivamente hay poco más de metro y medio entre la orza y el fondo.

Se nos ha hecho de noche con la maniobra así que ya sólo queda el baño-ducha, la cena, un malibu y a la cama.




5º día (Miércoles): Arqueología en Cala Junco y Stromboli

En lo alto de la Punta Milazzese, encima de Cala Junco, se encuentran las Cabañas Prehistóricas de Panarea. Lo de siempre, unos hacen el desembarco, esta vez a remo que es más limpio, y otros van a nado. Con la habitual calorina ascendemos hasta las Cabañas por un sendero muy chulo, con vistas espectaculares de ambas calas. Aparte de ver las chozas milenarias disfrutamos de las vistas aéreas de la Cala Junco.



Nuestro velero en Cala Zimmari





Cala Junco



Las Chozas Prehistóricas de Panarea





A mediodía zarpamos rumbo a Stromboli, son unas 12 millas, como llegaremos pasadas las 3pm, después de izar la mayor nos tomamos durante la travesía un buen aperitivo. A lo lejos ya se vislumbra la famosa isla volcán, nos aproximamos al climax de nuestro viaje. Incluso llega a refrescar un poco y podemos recorrer algunas millas a vela.



Proa a Stromboli



La isla es una pasada, el volcán es tal y como uno se lo imagina de pequeño, pero lo mejor está por llegar. Llegamos a la impresionante Sciara del Fuoco, en la cara noroeste. Ponemos marcha mínima para observar desde el barco el espectáculo de día. El volcán es el único de Europa que está en permanente erupción, a cada rato se observan pequeñas explosiones de lava. Vemos las fuertes fumarolas y las rocas de lava que ruedan cuesta abajo por una rampa de tierra lista que desemboca directamente en el agua. Las rocas de fuego, al escaldarse en el agua desprenden una nube de humo. Nos quedamos atontados viendo este show de la naturaleza durante casi 1 hora.



Sciara del Fuoco, de día




Finalmente nos vamos a buscar un fondeadero a la cara noreste, donde están los pueblos de San Bartolo y San Vincenzo. El conjunto de los dos pueblos, con un monasterio, desde el barco se ve muy bonito.


Vista del Monasterio de San Vincenzo (seguramente...)


Toda la zona para fondear está muy abierta al mar y además hay mucha sonda. Fondeamos donde todos los barcos, de milagro encontramos un hueco y además entra mucha ola así que estamos muy incómodos. Hacemos una comida rápida a base de salchichas para no marearnos en la cocina. Además tenemos prisa por gestionar el tema de la noche, ya que queremos movernos a un sitio más al sur y más al resguardo. El plan es coger una boya en San Vincenzo, pero por radio nos informan que ya no queda ninguna libre y nos dan la opción de esperar unas horas a ver si algún barco no se presenta. Decidimos desplazarnos más al sur en busca de un sitio cómodo para fondear. Al levar ancla se atasca un eslabón de la cadena, se ve que el molinete hace el esfuerzo, pero nada, la cadena no se mueve. Finalmente con un buen martillazo en el grillete conseguimos resolver el problema.

La inspección por la cara sureste de la isla, en busca de fondeadero resulta un fracaso, no hay sitios donde echar ancla, y los pocos que hay son para muchísima sonda. Volvemos a llamar por radio a las “Stromboli buoys” pero nada, dicen que esperemos hasta las 19:30. Nos planteamos volver a Panarea, si nos damos prisa aún llegaríamos con luz. Pero preferimos quedarnos en Stromboli. Volvemos al mismo sitio incómodo donde habíamos fondeado hace un rato, pero ahora sí que ya no hay ni un hueco. Estamos a punto de volvernos a Panarea, pero ahora ya esa opción implica llegar a la cala de noche. Finalmente, lo más cerca posible de la costa vemos un hueco, donde parece que hay rocas, pero nos decidimos y tiramos el ancla. Por suerte, ya no hay tanta ola como antes y además en el buceo veo que el ancla está perfecta, las rocas han quedado a un lado. Lo hemos pasado un poco mal pero finalmente la operación ha concluido con éxito.

Bajamos a tierra para cenar. Como siempre, hay que hacer dos viajes con la dingui. En el segundo trayecto, de vuelta al barco, la fueraborda no arranca y a Javi le toca hacerse una buena remada contracorriente hasta el barco. Menos mal que lleva los remos y que sabe remar, porque es un buen esfuerzo. En el resto de trayectos la fueraborda ya funciona bien, parece que se había ahogado por sacar demasiado el aire.

Por fin todos en tierra, sanos y salvos buscamos un taxi para subir al restaurante Observatorio, desde el cual se ven las erupciones del volcán de noche. Como no hay taxis subimos a pata, sólo son unos 40 minutos cuesta arriba, primero por una callecita de piedra, luego ya por tierra. La calle de piedra que es parte de pueblo tiene muchísimo encanto y es fundamental llevar linternas porque no hay alumbrado público. En el Observatorio cenamos unas pizzas bastante regulares, con demasiado Pomodoro, pero es lo de menos porque desde la terraza donde estamos se ven a cada rato las espectaculares erupciones de lava roja. De noche, y desde el restaurante se ve increíble. Se ven también las linternas de mucha gente que asciende de noche hasta la cima del volcán. Es una caminata de unas 4 horas creo pero seguro que merece la pena. En el camino de vuelta al barco las chicas plantean su genial idea: para ver el volcán de noche, levantémonos una hora antes del amanecer y así volvemos con el barco a la Sciara del Fuoco para ver las erupciones nocturnas desde el mar. Dicho y hecho. Calculamos que una hora antes del amanecer son las 4am, y aunque nos acostamos a la 1:30am cualquiera doblega la voluntad femenina. Además así practicamos la navegación nocturna.



6º día (Jueves): Madrugón y Viaje a Lipari


A las 4:00:00am Vicki nos despierta y a las 4:01:00 ya he arrancado el motor. Al minuto todo el mundo está en cubierta, linterna en mano, por precaución. Acojona salir de una cala llena de barcos de noche pero yendo a dos por hora la cosa sale bien. Por cierto, el barco se pone a pitar como loco porque enciendo luces de navegación sin apagar la de fondeo. El plotter en cubierta tiene una luz deslumbrante que resta visibilidad, así que mejor evitarlo (o quitar brillo) mientras se sale de la cala.

Poco antes de las 5am ya estamos enfrente de la Sciara. El show visual desde el mar es prácticamente igual que desde el restaurante del ¿día anterior? Al apagar el motor y quedarnos al pairo oímos rugir el volcán en cada explosión y el ruido de la lava cuando toca el agua. El madrugón ha merecido la pena.



La Sciara, al amanecer



A las 5:30 ya es de día. Ofrezco a la tripu ir a ver el faro de Stromboliccio, que es otra parada obligatoria de turismo. Se trata de un islote roca a media milla al norte y por lo visto se puede subir al faro por una escalera a la cual se llega con dingui. Pero a esa hora de la mañana la gente prefiere volverse a la cama. Nos quedamos en cubierta Noe, Miri y yo para tripular el barco hacia nuestro siguiente destino, la isola Lipari, la principal y única isla que nos queda pendiente.

Son casi 4 horas de viaje, a motor, con calma chicha. A las 10am fondeamos enfrente de la Spiagga Bianca, cerca de Canneto, al noreste de la isla. (Dejamos al norte las canteras de Porticello.) Somos el único barco, mosquea un poco. ¿Será porque no se puede? ¿o es demasiado temprano? Hay algunos barcos un poco más al norte, enfrente de otro playa. La playa blanca defrauda un poco, sólo un chiringuito y cuatro tumbonas, la arena es medio blanca, pero vamos… pero el agua es gozosa y pasamos la mañana buceando y cogiendo piedras pómez en una calita chula un poco más al norte de la playa.


Canteras de Porticello (noreste de Lipari)

Cuando volvemos del buceo nos damos cuenta de porqué somos el único barco delante de la Spiagga. El chiringuito de playa se convierte a mediodía en discoteca con gogos y música a toda pastilla. Los barcos que ya se lo saben fondean un poco más alejados… nosotros olé, en medio de la fiesta. Justo el día que más falta nos hacía la siesta. Al menos somos los primeros en recibir la visita de la lancha de Cocacola-light, donde unas bellas azafatas nos pasan un montón de latitas de la jugosa bebida. Las chicas en ese momento están preparando la comida y se pierden el espectáculo, oohh que lástima...

La música, que es bastante insoportable, empieza a mejorar (Barbara Streisand inclusive) justo cuando nos toca la hora de zarpar. Al irnos nos parece oír al DJ decir “bye bye Senza Cuore”, o ¿ha sido la imaginación?

La rada de Lipari está al lado, a un par de millas al sur. Llamando por teléfono hemos conseguido, de milagro, una plaza en uno de los muelles flotantes a la entrada del pueblo. No es la opción más cómoda para pernoctar, pero sí la única. Enseguida localizamos nuestro muelle, está pegadito a la gasolinera de Agip.

La maniobra no es fácil, porque entra mucha ola y además hay viento racheado, que parece perpendicular al muelle. Nos indican un hueco donde hay dos plazas. Mi maniobra consiste en quedarme perpendicular al muelle y dar atrás en el hueco. Lo malo es que al ponerme perpendicular se abre la proa a estribor. Tengo margen para corregir marcha atrás con rueda a tope a estribor. Pero el barco deriva y por pocos centímetros logró encajar el barco en el hueco. La maniobra ha ido bien, pero de milagro no nos hemos comido el ancla del barco de babor. El error parece haber sido no tener en cuenta la deriva de las olas. Una vez dentro del amarre, las olas de los ferrys provocan un vaivén importante y tenemos que ajustar defensas para no chocar el casco con el barco de al lado. Nos soplan 85 euros por el cutre-amarre, pero al menos incluye agua y electricidad, que nos viene de perlas puesto que tenemos casi los dos tanques vacíos. Así nos duchamos a placer.



Floating Pootons en la rada de Lipari


El pueblo de Lipari es chulo, calles empedradas y un castello en lo alto desde el cual se disfruta de las vistas de la bahía. Paseamos como zombis, muertos de cansancio y con un buen mareo. Parece que la intensidad del mal de tierra es inversamente proporcional a las horas de sueño. Después de una cena regulín y un paseo a manos de un delicioso gelato, por fin retornamos al barco, donde nos quedamos fritos nada más tocar cama.



Lipari, at night





7º día (Viernes): Último baño en Vulcano y vuelta a la Base


Último día. Después de cargar agua y desayunar los deliciosos croissants que Javi y Vicki han comprado en el pueblo zarpamos rumbo a la Gruta del Cavallo, al suroeste de la isla de Vulcano, a unas 5 millas. Pilla de camino a Portorosa y además nos la había recomendado Angelo, el día de Filicudi.

Saliendo de la rada de Lipari, nos llueve del cielo una antena de metro y medio, que vemos caer al agua. Inmediatamente, maniobra de rescate, media vuelta y a por la antena. Cuando la pescamos resulta que es la antena VHF (160 Mhz) del windex a tope de nuestro palo, que se ha partido por causa desconocida. (En el charter a la vuelta no nos dicen nada así que supongo que es una rotura normal.)

Llegamos a la Cala del Cavallo, tiene muy buena pinta, y como siempre está hasta la bandera de barcos. En el único hueco que nos han dejado, a la entrada de la cala, la sonda marca casi 10 mts. Al ir a largar cadena, el molinete acaba de estropearse del todo, antes, insistiendo un poco, iba, pero ahora ya el botón down no funciona nada. Incluso una vez, al darle al down, la cadena sube! Como estamos en zona de mucha profundidad y aquello está lleno de barcos decidimos irnos a Gelso, una aldeíta de pescaderos, con un faro, a pocas millas más al sur, y donde parece que hay mucho más espacio y poca sonda. De camino me hago una idea de que el problema tiene que ser con los cables del mando del molinete, que hacen corto o algo así y seguramente estén echos polvo, lo tendría que haber revisado en los días previos! Es una avería típica (como reza mi post de marzo sobre fondeo…). Efectivamente, a la entrada de la cala, tras una inspección exhaustiva del mando y sus cables vemos que un hilo está totalmente partido, y otro pelado. No hay cinta eléctrica en el barco, así que el empalme de los cables lo hacemos con el espadadrapo rosa del botiquín, vaya chapuza! Pero ahora, en el último fondeo del viaje, el molinete vuelve a funcionar de maravilla…




Gelso (Sur de Vulcano)


Lo mejor de Gelso es que tiene unas miniplayas de arena negra volcánica finísima. Después de comer y darnos nuestro último baño, sobre las 3:30 pm emprendemos la travesía de vuelta a Portorosa. Son 2’5 horas a motor, vamos sin la mayor, puesto que sopla un poco de popa y por tanto el viento aparente es casi nulo.

La maniobra en la gasolinera y posterior atraque en el amarre del charter, con cero viento, es fácil y transcurre sin problema. La tripulación, el último día, ya es experta en hacer los ballestrinques. La hora de entrada tope son las 18:00, y hemos entrado a las 18:15. Puntualidad española. Por cierto, en la gasolinera cargamos 125 litros de gasoil, y como hemos navegando finalmente unas 25 horas a motor, tomo nota que implica un consumo medio bastante alto, de 5 litros / hora.

Los del charter, sobre las 19:00 revisan el barco de pe a pa, todo perfecto así que rompen la fianza de 1500 euros que nos habían retenido. Menos mal!

Tras la celebración oportuna y el cenote liquidación de existencias damos un paseo hasta el espigón de Portorosa, en busca del último Gelato de nuestra experiencia náutica. A la mañana siguiente, sobre las 9 ya estamos con las mochilas a la espalda, rumbo a nuestro siguiente destino, este vez terrestre, zona Palermo y alrededores. Nos esperan 3 intensos días más de viaje terrestre …

Gracias a la estupenda tripulación del Senza Cuore! Todo ha ido fenomenal y hemos disfrutado de lo lindo.





Los tripulantes del Senza Cuore


Hemos tenido muy poco viento, pero por otra parte esto nos ha permitido visitar Stromboli, lo mejor del viaje, y donde con viento y olas no es posible fondear. En general, las Eolias es un buen destino de charter, pero sólo si hay poco viento y mar, ya que de lo contrario, la mayoría de las calas están muy poco protegidas y los espacios de amarre y fondeo son muy escasos.


Buen viento y hasta la próxima.